sábado, 24 de abril de 2010

Un aniversario amargo

Hoy, dia 24 de Abril hace 2 años que incineramos el cuerpo de mi padre.

Hoy es un día muy amargo para mi. Falleció el día 22 pero no fue hasta el día de su cremación cuando me di cuenta de lo que pasaba.

Mi padre pasó los últimos meses de su vida sufriendo mucho. Hacía años que le habían diagnosticado Alzheimer, una enfermedad horrible que no solo acaba con la vida de quien la padece de la forma más humillante si no que daña terriblemente a sus personas cercanas.

Poco a poco vi como mi padre iba perdiendo la memoria y su capacidad mental. Ahora lo recuerdo y me duele muchísimo porque mi padre era un buen hombre, era muy caprichoso, cierto y estaba muy mimado pero era una buena persona. De pequeño sufrió una meningitis que le afectó al oído, como consecuencia quedó sordo. Sus padres y hermanas (era el único varón) le sobreprotegieron en exceso, colmándole de mimos, consentimiento que luego siguió en mi madre... yo, a pesar de ser hija única nunca fui una niña mimada, los mimos eran para mi padre, por ejemplo, la televisión era suya y nadie podía encenderla si él no estaba.

Como consecuencia de su sordera y que no le llevaron a ningún sitio para que le enseñaran a comunicarse, él no aprendió a hablar correctamente, como no se oía pues claro, su vocalización no era muy buena. Nunca tuve una relación muy íntima con él, entre nosostros había una gran falta de comunicación entre otras cosas porque era muy dificil hablar con él. Mi madre y yo éramos quienes mejor le entendíamos pero era todo a base de frases cortas y palabras sueltas. Aún así, recuerdo que cuando era pequeña mi padre intentaba mostrar interés por las cosas que yo hacía... Nunca fui una buena hija, lo reconozco, él era muy caprichoso y yo siempre he sido muy egoista.

En Noviembre de 2007 toda la enfermedad de mi padre se aceleró de una forma vertiginosa. Mi madre ya no se atrevía a dejarle solo mucho tiempo y se notaban mucho los efectos de ese monstruo llamado Alzheimer, pero de pronto, a principio de Noviembre comenzó a caerse continuamente y mi madre, cansada y envejecida por cuidarle también comenzó a sufrir las consecuencias. El día 9 de Noviembre, dia de la Almudena, mi padre fue el último día de su vida en la que salió por su propio pié a la calle, fue para ir al funeral por una amiga y vecina. Días después yo decidí pasar las mañanas en casa de mis padres, vigilándole y haciéndole compañía mientras mi madre salía a hacer la compra o lo que necesitase. Lo hice por mi madre, podía haberme ofrecido a ser yo la que me ocupase de esas cosas pero valoré que era mejor para mi madre que saliese ella porque eran los únicos momentos que podía salir y relacionarse con otras personas, de otra manera habría condenado a mi madre al mismo encierro al que estaba condenado mi padre.

Fue en esas primeras semanas, cuando mi padre aún andaba por la casa, ponía la televisión y se entretenía cuando yo decidí forjar una de mis historias. Algo tenía que hacer, algo que me ayudase porque darme cuenta de como mi padre iba olvidándome o como se desorientaba en su propia casa era algo muy triste. A finales de año había emperorado considerablemente y se pasaba la mayor parte del día durmiendo, ya no miraba la televisión cambiando continuamente de canales como hacía habitualmente y yo pude comprobar como empeoraba dia a dia. Por las mañanas tuve que empezar a ayudar a mi madre a levantarle y llevarle hasta su sillón y por las noches mi marido iba para acostarte porque el pobre ya no daba un paso sin ayuda... por aquel entonces todavía protestaba y se quejaba.

En Marzo de 2008 tuvimos que ingresarlo, sufría una pulmonía. Durante todo el mes de Marzo mi madre y yo acudíamos todos los días al hospital y llegué a pensar que iba a morirse, al principio esa idea me aterraba, quien me iba a decir que un mes después lo consideraría un alivio.
Le dieron el alta y nos trajeron a casa un cadáver viviente. Mi padre ya no hablaba, a penas se movía, nos miraba con sus ojitos empequeñecidos y tristes. No se de donde sacó mi madre la fuerza para aquello. Nos pusieron una señora que iba por las mañanas a laverle y vestirle y le sentaba en su sillón que colocamos al lado de su cama. Yo me sentaba a su lado y me preguntaba dónde estaba mi padre, el padre que yo recordaba. Fueron días horribles y llenos de pesar. Mi madre machacaba todas sus pastillas para practicamente metérselas a presión, yo le compré papillas y purés y entre las dos le dábamos de comer... poco, cada día quería comer menos... giraba un poco la cabeza y cerraba la boca... por las tardes yo iba a ayudar a mi madre a volver a acostarle y cambiarle el pañal... Nunca olvidaré el olor que había en esa habitación.

Cada dos días venía una enfermera a curarle una úlcera que le había salido en el cóxis, una de esas úlceras posturales donde la carne se pudre poco a poco. Yo sentía mi vida aprisionada. No tenía casi vida, la pasaba allí, pero lo peor era ver a mi madre, ella si que había dejado de tener vida. Pedimos ayudas pero no llegaron a tiempo. Tuvimos que ingresarle de nuevo para que el cirujano del hospital curara esa herida. Allí pasó unos días en los que de pronto nos volvió a mirar, nos sonrió y hasta me habló un poco... creo que me confundió con mi madre o alguna de sus hermanas, no lo se muy bien. Mi madre y yo estabamos contentas y optimista, como si aquello fuese a mejorar... La mañana del martes 22 de Abril la pasé agarrada a su mano y él me sonreía, hasta ese día en el hospital le alimentaban con suero pero ese día empezaron a darle de comer algo sólido... Recogí a mi madre más tarde de lo habitual, ella estaba dándole la cena, avisó de que nos íbamos... A las 11 nos llamaron... mi padre había fallecido sin hacer ni un ruido... y solo.

No reaccioné hasta el día de su cremación. Entonces me di cuenta de que todo había acabado para él, como en un juego, su personaje había sido borrado y ahora mi madre, poco a poco, fue borrando sus pertenencias, sus cosas, poco a poco iba desapareciendo todo rastro material de su presencia... Y el día que mi madre me dió sus ahorros, esos que iba guardado en una caja poco a poco me di cuenta de lo poco que somos y de nuestro paso fugaz por la vida.

Ahora, dos años después, me he atrevido a contar mi experiencia... de veras lo necesitaba y se lo debía.

Odio a la enfermedad de Alzheimer y lo que supone. Todo mi apoyo está para los familiares de quienes lo padecen y deseo con todo mi corazón que se puede hallar una cura para tan tremenda enfermedad.

Y mi padre... ya descansó, a pesar de que queriamos que estuviese a nuestro lado, tengo que reconocer que su fallecimiento fue un alivio, sobretodo para él, que vivió sin vivir los últimos días de su vida... Creerme, vivir así no es vivir.

Un sincero abrazo para todos los familiares de personas con enfermedades degenerativas terminales... Que nos os falte el ánimo.

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